jueves, 1 de marzo de 2007

Mi resaca de hoy de mañana

"I´m just too much". Bette Davis.

Hoy me desperté con ardor en el estómago y dolor de cabeza. Es lo que tiene tomar mucho alcohol la noche anterior. Una queda hecha mierda y no hay vuelta para atrás. Pero el malestar físico no fue lo peor. Lo peor fue cuando me acordé de lo que había pasado. No tanto lo que había tomado, (perdí la cuenta), sino lo que había pasado.


Y mientras escribo vuelvo a sentir el mismo vacío que sentí esta mañana. Todavía tengo la sonrisa de él en mi cabeza, el tipo estaba que se partía. Hacía mucho, mucho tiempo que un hombre no me gustaba tanto. Tiene el tipo que me gusta, morocho, con ojos grandes y una sonrisa que es para matarse, una sonrisa que me hace derretir por dentro.



Bueno, a los hechos. Estábamos en el auto, yo estaba en el asiento del acompañante con dos vasitos en la mano. El tipo me pasó a buscar a eso de las doce. Yo me había preparado toda, me había pintado en el baño durante 45 minutos (con delineador líquido, que da trabajo), me había puesto mi bucito favorito. Es un bucito medio celeste que me hace sentir muy canchera. Tiene un dibujo de una flor en el medio y la flor tiene lentejuelas y canutillos. Bueno, a los hechos. Me pasó a buscar. No sólo me había preparado sino que también preparé dos vasitos y una botella de limoncello. I´m just too much.



La cuestión es que llegué con los canutillos, los vasitos y el limoncello y el tipo empezó a manejar. Nos fuimos a la rambla y estacionamos en uno de los muelles. Se venía venir uno de los momentos más románticos y trascendentes de mi vida. Estacionamos, me abrazó. Le dí de tomar un vaso con limoncello. Empezamos a hablar.




Pero poco porque a él le interesaba más bien apretar. No es que a mi no. Seguimos hablando-apretando. Hasta que se puso a hablar. Que la cosa no daba para más. Que yo era una "re- divina", que era "hermosa", que pasaba lindos momentos conmigo. Pero que se iba para Buenos Aires y que no creía que me fuera a extrañar. Yo, inmutable. Me hice la que poco me importaba, ¿qué otra cosa querés que haga? Lo peor, lo peor era que mientras hablaba, me miraba la flor con lentejuelas. No, no me miraba las tetas. Me miraba la flor con los canutillos. El bucito con el que yo me siento tan canchera me empezó a parecer el más ridículo.



Esta mañana fue una de las peores que pasé en mucho tiempo. El ardor en el estómago, el recuerdo de su sonrisa, el gusto amargo de sus palabras. Las ganas de vomitar. Saber que me tenía que levantar y encarar un día de trabajo con ardor en el estómago y la sensación de sentirme burlada.