viernes, 2 de marzo de 2007

Cómo ayudar a un amigo que tiene pena de amor

La pura realidad es que no hay nada que hacer. Uno lo ve triste, meditabundo, en algunos casos flaco y ojeroso. Repitiendo una y mil veces la misma historia, de atrás para adelante, de adelante para atrás. Nuestro amigo nos da los detalles de la situación, nos vuelve a repetir los detalles por si acaso, los da vuelta, los analiza y nos vuelve a dar los detalles, esta vez con más color.


Nosotros, los de afuera, sabemos probablemente que la situación está perdida y con lástima vemos cómo nuestro amigo sufre y no puede tolerar su realidad. ¿Qué hacer? ¿Se puede hacer algo?


La verdad es que lo único que se puede hacer es acompañarlo. No vale la pena dar consejos, porque estos serán inútiles, rebotarán en la nada, será como echar un vaso de agua al vacío. Quienes atraviesan una pena de amor nunca hacen caso de los consejos. Están sufriendo, están angustiados, están desesperados. Y los consejos son para gente racional, sirven en situaciones donde reina la lógica, negocios o trabajo, por ejemplo.

Cuando uno ve que un amigo está sufriendo de un mal de amores, lo único que se puede hacer es servirle de oreja, estar ahí. Estar con él, solo eso, nada más (¡y nada menos!). Ni siquiera es necesario intentar que salga y se distraiga. Distraer sólo sirve para eso, para distraer. Al aquejado no hay que distraerlo ni apurarlo.

El mal de amores es un gran duelo que lleva tiempo sanar. Un amigo de verdad no apura a su pobre amigo. Lo espera, le tiene paciencia. Simplemente está ahí, sentado, a la espera de que pronto, con la ayuda del tiempo, la tormenta por fin pase.