martes, 13 de febrero de 2007

San Valentín, ¿de dónde has salido?

Creo que San Valentín fue creado para torturar a mucha gente. Cuando se acerca el 14 de febrero, yo al menos, me pongo a temblar, porque sé que de un momento a otro me las voy a tener que ver con ese querubín gordito y afeminado, que anda con una flecha en la mano.


Los corazones, las flores. Y esas cajas rojas con forma -adivinen de qué, sí acertaron- de corazón y bombones feos. San Valentín me enferma.


Me recuerda que no fui demasiado afortunada en el amor, ni mucho menos. Mis historias en ese tema son bastante tragicómicas. Y no crean que quien escribe en el teclado es una gordita decadente.


No soy una belleza, no tengo ojos verdes ni cutis de porcelana. Tampoco tengo senos túrgidos ni trasero con forma de almohadón. Pero vamos, soy muy simpática y estoy segura de que alguien se podría enamorar de mi sonrisa y mi buen humor.



El asunto es que a juzgar por mis historias, cualquiera podría deducir que tengo muy mal aliento o que traigo mala suerte.


La última vez que salí con un chico, me pasó a buscar por mi casa y fuimos a una fiesta de un amigo de él. Yo llevaba tacos altos, un vestido negro y el pelo suelto, con mis sensuales rulos.


A la media hora de haber llegado, empecé a sentir aburrimiento porque no conocía a nadie y mi acompañante estaba muy ocupado conversando con otros.


En un momento se me acercó y me preguntó cómo la estaba pasando. Le dije que bien y que tenía un poco de hambre. "Quizás podemos ir a buscar algo a la mesa", le dije señalando una mesada enorme, que tenía una especie de buffet.


"Sí, sí", me dijo. "Ahora hay mucha gente. Esperame, voy a salir un minuto a comprar cigarrillos y ya vengo".


Creo que es fácil adivinar lo que sigue. Esperé, esperé y nunca apareció. Pasaron dos o tres horas y nada. Imaginé que le había pasado algo malo, pero cuando le comenté a uno de sus amigos, se echó a reír de forma un poco burlona.


Hace menos de una semana me volví a a encontrar con mi "acompañante" en el supermercado, de pura casualidad. Hizo como que no me vio y de un minuto a otro desapareció.

Ese momento, pleno de "sentimientos positivos" quedó bellamente coronado por un enorme San Valentín que estaba colgado en la caja donde fui a pagar.

¿Quién inventó a ese gordito malparido?