jueves, 22 de febrero de 2007

Ava Gardner, la adoro porque era borracha y linda

El mundo la recuerda como una de las actrices más atractivas del cine. Pero pocos saben que además, era terrible borracha y que tenía un metabolismo de fierro. Resistía los embates del alcohol como nadie y era siempre la que quería seguir la fiesta.



Ava Gardner vivió doce años de su vida en España. La diva siempre decía que ese país era su hogar espiritual y que lo adoraba porque los españoles tenían los mismos defectos que ella.



En realidad, la actriz encontró en la España franquista de los años ´50 un lugar para evadirse de la Metro Golden Meier, la compañía cinematográfica con la que firmó un largo contrato y que le imponía todo tipo de restricciones y exigencias.



Y también para escapar de Frank Sinatra, con quien se había casado en 1951 en terceras nupcias (en primeras fue con Mickey Rooney y duró menos de un año y en segundas con el jazzista Artie Shaw) y con quien mantuvo una intensa relación de amor odio. Pero además de todo eso, España era el lugar ideal para vivir la noche hasta el final, para reunirse con sus amigos del arte del toreo y tomar hasta el amanecer al ritmo del flamenco.



Y Ava, -esto es de las cosas que la hicieron tan querible y recordada-, amaba la noche, los tragos, y los toreros. En su libro Beberse la vida. Ava Gardner en España, el periodista español Marcos Ordóñez hace un retrato de la estancia de la actriz americana en España, donde rodó varias películas y donde, luego de vivir durante una larga temporada en el Hilton, compró una casa –“Las Brujas”– en las afueras de Madrid.



Se trata de un libro bien escrito, quizás demasiado detallado, (aunque los detalles nunca sean suficientes para los verdaderos admiradores de Ava), y que narra a través de testimonios de artistas, amigos y hasta dueños de bares y restoranes, el día a día de la vida de la actriz en el país ibérico.



Gardner llegó por primera vez a España en 1950, para rodar Pandora y el holandés errante, una película que no le valió ningún beneficio, ni comercial ni artístico, pero que en cambio, la llevó a conocer España, el país en el que con su sol ardiente y sus largas noches siempre se sintió a gusto.



“Nada de lo que hice antes o después de Pandora tuvo un impacto igual en mí. Gracias a Pandora descubrí España. Y en España viví como nunca había vivido”, escribió la actriz en sus memorias, recogidas en el libro de Ordóñez. Tres años más tarde y luego de haber sufrido dos abortos y de haberse peleado con Sinatra, Gardner volvió al país para recuperarse y se alojó en una suite del Hilton. A partir de ahí, la relación de la actriz con la bebida y la noche comenzó a estrecharse cada vez más.



Así lo describe Teddy Villalba, quien fue vicepresidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España y principal fuente de la investigación de Ordóñez: “En aquella época era una mujer desaforada. Y desesperada. Bebía todo lo que le pusieran a su alcance. Quiero decir que no tenía bebida favorita”, decía. “Era indescriptible lo que podía llegar a beber. Desayunaba con champán, y diez minutos después estaba tomando un chinchón, y diez minutos más tarde un rioja, y luego un whisky doble, y un Martini, y así todo el día, y aguantaba de pie. Como una jabata. Tenía un metabolismo como no he visto otro”.



Por esa época, Ava conoció a Luis Miguel Dominguín, un joven torero de quien se enamoró perdidamente y con quien conoció todos los tablaos, bares y rincones de España. Pero Ava no era mujer de un solo hombre. A cada paso que daba, la gente imaginaba que tenía amoríos con varios a la vez, quizás porque como dijo uno de sus amantes: “Madrid, con ella, adquirió categoría sexual”.



Sin embargo, gracias al libro de Ordóñez, podemos conocer el lado humano y no tan estereotipado de la mujer fatal de Ava Gardner, una “triste, triste dama” como la llamaban por ahí, que sin ser promiscua, detestaba o sencillamente no podía estar sola.



Sobre todo, Ava Gardner era una mujer bellísima, pero bella de verdad. De verdad, que no es común ver esos ojos, esas cejas, ese cutis y ese carácter en un rostro.



Ava, desde este blog pedorro te envío mis sinceras salutaciones.