miércoles, 16 de mayo de 2007

Mi madre y mi Mal de Amores

Recuerdo una pelea con mi madre mientras yo atravesaba un terrible Mal de Amores. Yo vivía sola y los domingos siempre iba a almorzar a la casa de mis padres. Aquél domingo tenía dolores en todo el cuerpo, me sentía débil, cansada y desenergizada. Venía de haber pasado la noche en un hotel con él y las cosas no habían salido bien. Presentía que todo se me iría de control y que él me dejaría. No teníamos buena comunicación y no tenía la menor idea de cómo encarar la cosa. Estaba absolutamente perdida y enamorada. Estaba desesperada y tenía una sensación desagradable en el pecho. Sufría.

Luego de comer con mis familia, me metí en mi cuarto, que había quedado deshabitado y estaba frío, no podía hacer otra cosa. Apenas había hablado con nadie, pero afortunadamente, eso en una familia de cinco hermanos se nota poco. Me quedé acostada en mi cama helada. No me tapé con niguna manta, quedé tirada con la ropa puesta, no del todo acurrucada. Al rato entró mi madre tempestuosamente y me gritó que no podía ser que yo fuera tan poco sociable y amable. Me reprochó haberle faltado al respeto unas cuantas veces y me dijo que no se me podía hablar, pues todo me caía mal. Me vino a reprender, digamos. Luego me preguntó qué me estaba pasando. Por supuesto no le contesté.


Pero ella se dio cuenta. Sin conocerlo, lo odió. Una vez me dijo “Yo odio a ese tipo”, mi madre que no es especialmente apasionada ni exagerada, sino bastante sobria. “¿Por qué lo odiás?”, le pregunté yo. “Porque te hizo llorar”.