miércoles, 28 de marzo de 2007

Lo bueno y positivo del Mal de Amores

El Mal de Amores tiene un par de aspectos positivos que pasaré a enumerar:


1. El aquejado pierde peso. La tristeza y la depresión muchas veces nos arrebatan el apetito y si la tusa dura un buen tiempo, entonces por lo menos tendremos el placer de ver nuestra figura esbelta como nunca. Nunca estuve tan flaca como cuando padecí un terrible Mal de Amores. Ninguna dieta que hice después me resultó tan eficiente como aquél terrible trago. En mis peores épocas de dolores del corazón, me ponía mis Levi´s 501, talle 37 y me quedaban como a cualquier modelo. Hoy, que tengo el corazón contento, apenas me entra un 34. A mi la tristeza me cierra el estómago, mis líquidos gástricos se me ponen corrosivos. (Aunque soy consciente de que a cierta gente, el Mal de Amores le pega tan pa´l culo que sólo piensa en comer y encima engorda. Mis más sentidos pésames)



2. El Mal de Amores nos vuelve más sensibles a todo. La poesía nunca nos parece tan poética. La música nunca nos llega tan hondo. La melancolía, un sentimiento que tiene su parte linda, nos visita a cada rato. ¿Cómo se siente escuchar una mazurca de Chopin sintiendo un tremendo Mal de Amores? Eso sólo lo puede responder alguien que lo haya vivido. Quienes no hayan sido jamás atrapados por la temible enfermedad comprenderán de qué se trata todo esto.



3. El Mal de Amores nos da una cualidad que podremos disfrutar una vez curados. Después de atravesar una tusa, el desgraciado sale más fortalecido y menos sensible. Más curtido. Esto significa que podrá divertirse y soltarse más. Se sentirá más seguro de sí mismo y aprenderá a juguetear un poco con sus relaciones humanas. Coqueteará más a menudo y con menos vergüenzas. Se cagará mucho más de la risa. ATENCION: Esto no significa que estará vacunado contra la enfermedad del Mal de Amores. Como ya lo hemos mencionado, el Mal de Amores no se puede prevenir.

lunes, 26 de marzo de 2007

Tip sexual

Hoy aprendí un tip sexual para mujeres que me parece muy útil y no tan conocido. Me lo recomendó una ex prostituta que se ufana de tener un talento especial para las actividades amatorias. Se trata de un ejercicio para tener mayor placer sexual y consiste en pujar y hacer fuerza con los músculos de la vagina cuando esté siendo penetrada por el pene (o masturbándose) de manera que esa zona se irrigue y aumenta el placer. "Es como que tenés una erección de tu clítoris", me explicó.

"Hay que hacer fuerza, como si fueras a hacer caca", dice. "sostener la fuerza multiplica el placer", agregó con convicción.

Esta ex prostituta es también artista y tuvo que empezar a vender su cuerpo hace como cuatro años, a raíz de la crisis financiera y de desempleo que hubo en Uruguay, donde no había trabajo para nadie. Ella tenía una hija y no tenía parientes a los que pedir ayuda. Así que terminó poniendo su teléfono en los clasificados ofreciendo su tiempo. Desde hace pocos meses dejó porque se estaba sintiendo demasiado insegura y desgastada.

sábado, 24 de marzo de 2007

Vicios asociados (no siempre) al Mal de Amores

- Masturbarse compulsivamente
- Prender dos cajillas de cigarrillos diarias
- Irse a la cama con el primero que nos da un poco de cariño
- Aburrirse en todos lados
- Escuchar música de Shakira/ Air Supply a escondidas


Para no sucumbir
ante la tentación
del precipicio
el mejor tratamiento
es el fornicio.


Mario Benedetti


El gato, ¿compañero de ruta del Mal de Amores?

Un amigo me dijo que el mejor compañero para superar un Mal de Amores es el gato.

Con voz apasionada me dice que el gato es un animal independiente, sigiloso, limpio y estéticamente hermoso. Y que además, tiene un ánimo y aura perfecta para la convivencia. Dice que el gato "sabe" cuando estás mal y te respeta pero a la vez se acerca más.

Hasta se animó a decirme que el gato "es un creador de momentos poéticos", lo que por supuesto me pareció bastante exagerado y poco serio.

Tengo poca experiencia con gatos, pero en general no les encuentro nada atractivo. Es más, a veces me estremezco cuando alguno me roza las piernas.

¿Alguien sabe qué tienen los gatos de especial? ¿Será realmente un buen compañero para el Mal de Amores?

A mi, si me dan a elegir una mascota para curar mi enfermedad, no lo dudo un segundo: me inclino por un CABALLO.

viernes, 23 de marzo de 2007

Las Peores Tusas

Los colombianos llaman “tusa” a una pena de amor. Me impresionó mucho esta viñeta del caricaturista colombiano Vladdo. Me sorprendió porque creo que es cierto. Y porque me pasó a mi.

El peor mal de amores que viví me duró como dos o tres años y fue con un tipo con el que ni siquiera llegué a empezar una relación. Pero ¡cómo me costó superarlo, carajo! Tuvimos algunos desencuentros bastante extraños y dolorosos (para mi, no para él) quedé muy enganchada y envenenada. Con una horrenda y complicada tusa.

martes, 20 de marzo de 2007

La vida y el amor según Vladdo

Vladdo es un un caricaturista colombiano cuyo personaje femenino Aleida viene haciendo estragos en su país.

Curiosamente, Aleida no tiene boca, pero piensa mucho, siempre está reflexionando. Y llega a unas conclusiones brutales sobre el matrimonio, las relaciones amorosas, las contradicciones del corzaón. Es inteligente, sutil, lo recomiendo fervorosamente porque es un personaje mujeril diferente. Hacía falta. Recomiendo bichar su página web, que es bastante entretenida


Sus viñetas salen en la revista Semana una de las que tienen más circulación en Colombia.


Atención: Vladdo no es para cualquiera, es absolutamente cínico, tremendo y a veces estremecedor.


domingo, 18 de marzo de 2007

Oh qué será, qué será

¿Alguien podría explicarme por qué un hombre se enamora/obsesiona por una mujer y no por otra? ¿Hay razones para explicar por qué un rostro puede invadir nuestros sentidos plenamente, y en cambio hay otros que no nos mueven un pelo?

¿Por qué nos interesamos por cierta gente y en cambio otros nos son totalmente indiferentes? ¿Cuáles son los códigos de la atracción? ¿Porque el acto de enamorarse de alguien es tan caprichoso? ¿Por qué los gustos son tan arbitrarios? ¿Por qué cuando miro al hombre del que estoy enamorada me corre la sangre a cien? ¿Por qué su sonrisa se me mete en la cabeza como un piedrazo? ¿Por qué será que un tipo se enamora de esa rubiecita insípida cuando podría enamorarse de aquella otra mujer espléndida, alta, bonita, inteligente?


La mejor definición del enamoramiento la encontré en "Qué será, qué será", una canción de Chico Buarque muy, pero muy conocida:

Qué Será


Composição: Chico Buarque- Daniel Viglietti/1982



Oh qué será qué será
Que andan suspirando por las alcobas
Que andan susurrando en versos y trovas
Que andan escondiendo bajo las ropas
Que anda en las cabezas y anda en las bocas
Que va encendiendo velas en callejones
Que están hablando alto en los bodegones
Gritan en el mercado
Está con certeza en la naturaleza
Será que será
Que no tiene certeza ni nunca tendrá
Lo que no tiene arreglo ni nunca tendrá
Que no tiene tamaño

Oh qué será qué será
Que vive en las ideas de los amantes
Que cantan los poetas más delirantes
Que juran los profetas embriagados
Que está en las romerías de mutilados
Que está en las fantasías más infelices
Lo sueñan de mañana las meretrices
Lo piensan los bandidos los desvalidos
En todos los sentidos
Será qué será
Que no tiene decencia ni nunca tendrá
Que no tiene censura ni nunca tendrá
Que no tiene sentido

Oh qué será qué será
Que todos los avisos no van a evitar
Porque todas las risas van a desafiar
Y todas las campanas van a repicar
Porque todos los himnos van a consagrar
Porque todos los niños se han de desatar
Y todos los destinos se irán a encontrar
Y el mismo padre eterno que nunca fue allá
Al ver aquel infierno lo bendecirá
Que no tiene gobierno ni nunca tendrá
Que no tiene vergüenza ni nunca tendrá
Lo que no tiene juicio

Algunos ingredientes del Mal de Amores

La enfermedad de Mal de Amores puede atacar a cualquiera y lo hace en los momentos más inesperados. Se mete con niños, niñas, adolescentes, tipos de 37, mujeres de 50. ¿Alguna vez vieron a un veterano de 67 años enamorado hasta el cuello?

Yo sí, es un espectáculo demoledor. Si la cabezada del muro arremete contra un viejo, lo destruye y a la vez lo revitaliza. Además, la enfermedad no entiende de clases sociales ni de perfiles psicológicos. He sabido de abogados, médicos, milicos, contadores, dentistas, arquitectos, vagabundos que se enamoran hasta las patas.

¿Qué es el Mal de Amor? ¿Alguien podría definirlo? Imagino una sensación de tristeza mezclada con mucha pasión. A eso le agregaría un toque de frustración, una pizca de rabia, y una patadita al ego. Mezclar con varios quilos de dolor. Revolverlo. Por último, agregar varias tazas de tensión sexual. Sé que me falta algo...

viernes, 16 de marzo de 2007

Cartas de amor II

por Eloy Serrano Barroso

Qué pronto se ha hecho tarde, mi gorda. Pero te debo esta carta; decirte las cosas que no te dije, o decírmelas a mí. Así es como te llamaban cuando tú no les oías: LA GORDA, inflando la 'o' y la 'a'. Nunca me gustaron las gordas. Ya de niño me daban repelús. Qué extraña palabra: arañas recorriendo la piel.


Pero tampoco era eso; como madres prematuras las gordas, tan blanditas, tan de apretujar, de amasar. Me gustaba la carne blanda en el codo de mi madre, pero era mi madre. Las madres sí, las madres mejor gordas.


El Antoñito nos presentó. ¿Pili? Pili no es nombre de gorda, pensé, las íes son flacas. Y el Antoñito, con ojos de sapo, partiéndose de risa para sus adentros, porque sabía que a mí las gordas no me gustaban, qué cabrón. Para ti la gorda para mí la modelo, me decía con los ojos. Y yo esforzándome para que no se me notara en la cara y no ofenderte, porque una cosa es que no me gusten las gordas y otra ser un cabrón como el Antoñito, siempre riéndose de todo el mundo, como si él fuera un Adonis y no el adefesio que es, con sus ojos saltones y la saliva como huevos de insecto en la comisura de los labios.


No, no me gustan las gordas, y tú eres gorda. Aquel primer día salías de la piscina con el pelo húmedo, todavía las gotas cayéndote por la cara redonda, de ensaimada crujiente. No se ha quitado el flotador, recuerdo que pensé al verte, que pensó el niño idiota que hay en mí. Y para colmo, a tu lado una especie de Barbie Morritos, con el cuerpo de plástico y los labios a juego con los pechos, inflados de lujuria los unos, henchidos de soberbia los otros. La bella y la bestia, recuerdo que pensé, que pensó mi niño cruel e infame.
Y nos sentamos los cuatro en la terraza de un bar, y la tarde fue cayendo, y la bella cada vez más aerodinámica, pero menos bella. En cada gesto, en cada palabra se le desprendía la belleza como polvo de estrellas, que iba pasando a ti, iluminando tu cara. Y te reconocí también bella, pero de una belleza inflada, sin facciones. Y entonces me dieron ganas de golpear allí mismo al hijoputa del Antoñito, siempre mirando a las mujeres como a ganado, como a cosas de usar y tirar. Pero era a mí a quien quería golpear, a mí, que a lo peor no era muy distinto de él.


Sí, que no se me notara era lo que yo quería. Sólo mirarte a los ojos, a tus manos de mazapán, para no distraerme en tu cuerpo. Y ocurrió que al terminar la tarde ya me había perdido en la profundidad de tus ojos negros, en la melodía de tu risa flaca, aunque no dejaba de decirme no puede ser, no puede ser, que es gorda, que es gorda, para no enamorarme. Y lo confieso, miraba las rodillas perfectas de la Barbie, sus pechos de almidón, para ver si el instinto me rescataba del amor que ya me iba golpeando.


Pero al llegar la noche, se fueron juntos la Barbie y el Antoñito. Él con gesto burlón, guiñándome un ojo, otra vez como si me dijera 'para ti la gorda, para mí la modelo'. Y allí nos quedamos los dos, rodeados de gente, pero cada vez más solos, más tú y yo, hasta que se acercó el camarero y nos dijo 'vamos a cerrar', porque ya era de madrugada. Y al mirar a nuestro alrededor, descubrimos de golpe las mesas vacías, como si un viento mágico se los hubiera llevado a todos y las horas fueran minutos. Y tú dijiste 'Ay'. Y yo respondí 'Uff', y te acaricié la mano.


A la mañana siguiente te llamé muy temprano, antes de que fueras al trabajo. "Esta noche has entrado en mi sueño", te dije. Y tú, con esa guasa tan tuya, me preguntaste "¿y he cabido?" Y no sólo no habías cabido, sino que empezabas a llenarlo todo, y el mundo entero parecía que estaba aún por estrenar, para que tú le dieras el significado que antes no tenía. Y esa mañana, mi cocina tuvo un lustre imposible y las magdalenas, ya caducadas, se esponjaron nostálgicas en el café humeante, y en la puerta del ascensor sonreí al estúpido con chándal que tengo por vecino.


Habíamos quedado para la tarde en tu casa. Como te gusta mucho Humphrey Bogart, en el achicharrante mes de agosto me presenté con gabardina, sombrero y un cigarro en la boca. "¿Ha refrescado?", preguntaste al abrirme la puerta, y no había ironía en tus palabras. Luego, a la media hora descubrías el disfraz y empezabas a reír. Y al Humphrey Bogart de pacotilla le tembló el cigarro en la boca. Eras así, joder, con esos despistes que me desarmaban.


Las paredes las tenías pintadas de verde, de un verde elegante. "Es el color de la esperanza", me dijiste, un pelín cursi. Y luego me fuiste enseñando la casa, y te fui conociendo a través de los objetos, porque cada uno de ellos contaba algo de ti. Esa manía tuya por los símbolos, por los significados. "Nada en este mundo es casual, todo tiene un porqué", me aseguraste cuando quise calzar la mesa coja que tenías en el salón. "Ni se te ocurra; es mi mesa cojita, le quitarías su personalidad". Y no me dio tiempo a replicar, porque ya me estabas desnudando, quizá para descubrir lo que yo significaba. Pero yo tenía miedo de desnudarte a ti, de que tu cuerpo gordo anulara mi deseo, y me dieron ganas de inventar una excusa y salir corriendo. Pero todo era tan natural contigo, que ya estaba besando tus pies gordos, tus rodillas gordas, tu vientre gordo, ¡tus pestañas gordas!, sí, tus pestañas gordas, te dije, y nos reímos. Ah, mi gorda.


Luego vinieron otras tardes, siempre escondidos en tu casa o en la mía, porque a mí me avergonzaba que nos vieran juntos. Tú lo adivinabas, pero no decías nada, quizá confiabas en que tu amor gordo, enorme, acabara por vencerme. "¿Me quieres un poquito?", preguntabas. "Sí, mujer, cómo no te voy a querer", te respondía, como si me costaran las palabras. Sólo en el dormitorio, sin el mundo, sin los ojos ajenos, se detenía el tiempo y yo me perdía en tu cuerpo, olvidándome de mí, del cobarde que soy.


En una de mis visitas a tu casa, dejé un cepillo de dientes en el cuarto de baño, y tú, con esa manía por las señales, pensaste que era como poner una bandera en una tierra conquistada, y me abrazaste loca de contenta, pero yo, con los brazos caídos y como un gilipollas, me puse a hacer gárgaras frente al espejo, doblemente gilipollas. Porque no quería ser tu novio de cuerpo entero, sólo caminar de perfil a tu lado en las inevitables salidas, como si no fuera contigo, como si en cualquier momento fuéramos a perder el paso y a desencontrarnos. Hubiera dado la vida por ti, pero no quería pasear contigo de la mano. La gorda y el flaco. Así de imbécil era yo.


Y llegó el día fatal, de cristales rotos sobre el calendario. Llovía. Ahora llueve siempre que te recuerdo, siempre lloviendo en el recuerdo, que es lo único que me queda, todo yo cubierto de nubes grises, la lluvia golpeando las entrañas y tu mirándome como un sol cuajado de sonrisas, en el recuerdo, con tu gorda generosidad, tu gorda simpatía, tu amor gordo. Yo escondido en los soportales de la plaza, el olor a orín de los pilares. Un meón, el cobarde novio de la gorda. Vienes levantando la cabeza, buscándome, y no ves el coche que se salta el semáforo. Se te viene encima y no lo ves. "Te veo a ti aunque no estés", me decías siempre con tu voz cálida como de pan reciente. No lo ves y el coche te lanza por los aires. Chirrían los frenos, gritos, carreras. Salgo de mi escondrijo. Aspavientos de la gente. Todos con ojos de sapo como el Antoñito. El espectáculo de la muerte.


Abran paso, abran paso, suplico, con las piernas temblando, que es mi novia que es mi novia, grito, ¡a buena horas!, que es mi novia. Pero las palabras llegan tarde, descoloridas, lívidas. Estás en el suelo y ya no respiras; se te congeló la sonrisa. Y allí, a tu lado, entre la gente apelmazada, todas las niñas gordas de mi infancia me señalan con el dedo, acusándome. Y ya tarde, demasiado tarde, beso la flor roja que brota de tus labios, los labios de mi gorda, de mi amor, pensé, piensa el hombre triste en que me he convertido.


Mi gorda, por Eloy Serrano Barroso

Nota: Finalista del III Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor.

Les recomiendo leer todas las cartas finalistas.

martes, 13 de marzo de 2007

Cartas de amor I

Estimada Cristina:

Ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, para que puedas solicitar la certificación al Notario y tener listos todos los escritos antes de la comparecencia ante el tribunal.




Como verás, he dividido la lista en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al teléfono de la oficina (de ocho a cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré encantado de repasar la lista contigo.




Cosas a conservar:


- La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en la oficina.


- El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atrevía a dirigirte la palabra.


- El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar.


- La mancha de rimel que dejaste en mi almohada la noche que por fin dormimos juntos.


- La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho.


- El mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu vestido de novia tenía un escote de palabra de honor.


- Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel en Londres.


- Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti).




Cosas que puedes conservar tú:


- Los silencios.


- Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina.


- El sabor acre de los insultos y reproches.


- La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío.


- Las nauseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa.


- El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él.


- Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu ingle.


- Jorge y Cecilia. Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener.


Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etc) solo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo solo son eso: objetos.


Por último, recordarte el n º de teléfono de mi abogado (914070485) para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento.


Afectuosamente,


Roberto.


Nota: Ganadora del III Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor.


Pregunta: es una carta romántica? o cursi? o las dos? Merece un premio?




domingo, 11 de marzo de 2007

Reflexiones de un pajera

Todo el tiempo me sorprendo y emociono con conductas inexplicables que tenemos hombres y mujeres. Desde hace un buen tiempo estoy compenetrada con un blog que se llama Historial de un pajero" "Bitácora de los 40 dias de abstinencia de un pajero potencialmente psicópata adicto al vicio de la masturbación"

Su dueño dedica todos los posts a contar cómo se masturba, cuántas corridas se hizo en el día, cuánta pornografía consume, etc. Se fija metas, y por ejemplo, se propone no “volar la cometa” durante cuarenta días. El tipo está convencido de que tiene una enfermedad porque no puede dejar de “acariciar el pajarraco”. En su perfil, cuenta que su nombre es Manolo Belludo, es limeño, su novia se llama “Manuela” y vive en el complejo habitacional “El gran pajaten”.


El blog me hace cagar de risa, me gusta cómo está escrito, no sé, tiene algo atractivo. Además, al costado, tiene un pequeño receptor de mensajes, y cuando lo veo me sale una persona foránea de adentro y le dejo mensajes al estilo “Órale, jeropa, sigue escribiendo, estoy orgullosa de ti". Soy una de las que le postea más mensajes.



“Historial de un pajero” tiene muy pocos fans, quizás unos cuatro que lo siguen con fidelidad. Lo he recomendado, pero a nadie que conozco le ha gustado. Me dicen que no tiene gracia, que les parece tonto.


Aunque le he dejado varios comentarios, y le doy mucho aliento, NUNCA recibí una visita de él, mucho menos un comentario. Y a mi eso no me importa en absoluto, me sigo declarando su fan.


Hay pocos blogs que me provoca volver a visitar. Hay muchos que visito porque casi que me encariñé con sus dueños. Pero los me interesan de verdad, son muy pocos. El blog del pajero es uno de ellos. Y no logro entender el porqué de mis extrañas inclinaciones.

sábado, 10 de marzo de 2007

Cómo superar un Mal de Amores

Por todos lados circulan una serie de consejitos tontos e ineficientes. Estos dicen que para superar una ruptura amorosa hay que reunirse con amigos, distraerse, salir a bailar, hacer turismo aventura y alejarse de todo lo que nos recuerde a él o ella.




Sin embargo, por lo que he sabido y vivido, eso no sirve de nada. Quien atraviesa uno de estos males, lo último que desea es tener gente alrededor o soportar la cháchara de los amigos. Personalmente, cuando atravesé un mal de amores complicadísimo hace un par de años, no tenía ganas ni de ponerme presentable para la gente, no me interesaba vestirme ni lavarme la cara, mucho menos los dientes. Lo único que quería era estar sola sin hacer nada. Si me esforzaba e iba a alguna reunión social, me sentía pésimo y sólo pensaba en largarme de allí.





Toleraba la música, las series de Warner, alguna pizza a domicilio y no mucho más. Navegaba por Internet, leía mis mails quince veces, escribía algún cuento desesperado y punto.





Iba a trabajar con una cara de culo imponente, me levantaba deprimida, y sin ganas de nada. De noche miraba “E.R” repetida dos veces. Puedo decir que “E.R” es uno de los mejores remedios contra el mal de amores que he encontrado. Al menos por esa hora que duraba la serie, yo me olvidaba de mi miserable existencia. Después me hacía un churrasco con algún arroz, y seguía sufriendo, sola, deprimida y también muy nerviosa.





Los fines de semana no hacía nada. No tenía ganas de salir ni de invitar a ninguna amiga a que me viniera a aburrir con sus cuentos. Buscaba la compañía de algún hombre que no me exigiera demasiado, pero al cabo de unas semanas no me sentía bien con ese caballero y lo cancelaba, o me cancelaba él a mi.





Lo que sí hacía siempre era ir a lo de mis viejos los domingos. Ahí me encontraba con mis hermanos, veía a mi padre, a mi madre y almorzaba. Pero mi cara de culo se mantenía intacta y hablaba poco. Mi madre se preocupaba por mi flacura y mi depresión, y trataba de ayudarme, sin poder hacer nada. Mis hermanos ni se daban cuenta, mi padre menos. Y así estuve, durante casi un año entero.




El mal de amores es así. Cada uno lo sufre a su manera. Y cada uno se busca sus remedios como puede.

jueves, 8 de marzo de 2007

"Un clavo saca otro clavo"

Entrevista de la Dra Yvonne a Baltazar Villanueva, un brillante muchacho de 34 años que logró superar una difícil pena de amor, en sólo 6 meses.


DY- Buenas tardes Baltazar, ¿cómo te estás sintiendo estos días, has tenido algún achaque de mal de amores?
BV- Hola Doctora Ivonne, es un placer hablar con usted. Me siento honrado de estar cara a cara con una de las más reconocidas expertas en la materia. Bueno, mire, la verdad es que estoy muy bien. Ya casi no pienso en ella, y he logrado controlar ciertos impulsos obsesivos que venía teniendo el año pasado.


DY- ¿Cuáles eran esos impulsos obsesivos?
BV- Pues cuando recibí el balde de agua fría, es decir, cuando Helena me abandonó, adopté la mala costumbre de vigilar la puerta de su casa. Ni bien tenía un momentito, me iba en mi auto hasta donde ella vive y me quedaba afuera, esperando a que saliera o a que alguien entrara, para meterme. A causa de ello perdí mi empleo, pues un día no fui a trabajar por quedarme vigilando.


DY- ¿Y qué decía Helena a todo esto?
BV- Pues, que iba a llamar a la policía si no la dejaba tranquila. No fue demasiado paciente conmigo, pues creo que llegué a irritarla con mi actitud.


DY- ¿Cuál fue el remedio que utilizaste para superar esta pena de amor?
BV- En un principio me puse a fumar marihuana como un obseso. Eso me ayudaba a olvidar. Luego tuve que frenar la ingesta porque me estaba poniendo gordo, ya sabes doctora que el porro provoca hambre. Pero además, me estaba empezando a doler la cabeza y no me sentía bien.


DY- Es cierto que el porro lo pone a uno más gordo, sólo por eso me alegro de que hayas dejado esta maravillosa droga, pero y entonces, ¿cómo lograste salir?
BV- Bueno, yo había leído en algún manual que un clavo saca a otro clavo. Así que decidí empezar a salir con otras chicas. Me fue muy bien pues modestia aparte, soy bastante atractivo (Nota de Dra. Ivonne: Baltazar no miente, es un muchacho muy apuesto, tiene ojos verdes y una hermosa sonrisa)


DY- ¿Salías con varias chicas a la vez?
BV- Sí. Claro. La gracia está en salir con una los sábados, otra el domingo y así, todos los días de la semana. Es la mejor forma de volverlas locas y divertirme bastante.


DY- ¿Crees que eso de verdad te ayudó a hacer el duelo por la mujer que amabas?
BV- Pues no estoy seguro. Lo que sí sé es que me siento mejor y no tengo ese nudo en la garganta que no me dejaba ni comer. Tengo ganas de empezar una nueva vida. Desearía aprender a controlar mi destino.


DY- Bueno, Baltazar, según mi diagnóstico, has hecho las cosas bien. Y se te ve muy aplomado y contento. Que tengas suerte.
BV- Gracias Doc.

martes, 6 de marzo de 2007

Movimiento Mal de Amores (MMA)

El mal de amores no está reconocido como enfermedad por ningún organismo público ni institucional. Nunca fue tomado en serio. Cuando una persona padece mal de amores y siente dificultades para trabajar, se ve obligado a fingir ante su jefe que está engripado o que se encuentra mal del estómago.




La realidad es nadie que desee mantener su empleo le dice a su patrón: "mire, es que tengo mal de amores". Esto tiene que cambiar. De a poco, los humanos tenemos que empezar a ser más amigos de nosotros mismos.
Podríamos empezar por darle el valor justo a nuestras enfermedades.




No somos máquinas, somos humanos, che. Los animales tienen un estilo de vida mejor que el nuestro. La pasan mejor. ¿Quién es más feliz, desgraciado lector, usted o un pájaro, cualquier pajarraco? Presiento que el pájaro lleva sus ventajas. Tenemos que aprender a ser más felices, a sentirnos mejor con la vida.


El mal de amores en su forma más aguda entorpece mucho más el trabajo que una gripe. Debería ser válido poder llamar al trabajo y avisar que ese día no usted no va a asistir por estar sufriendo un intenso malestar psicológico debido a una reciente ruptura amorosa. El problema es ¿qué médico va a certificar que su paciente tiene mal de amores? Sólo puedo imaginar esa situación en alguna novela de Gabriel García Márquez, a quien a propósito lo saludo por su cumpleaños 80, que fue ayer martes. (El escritor colombiano siempre me lee y alguna vez dijo que yo iba a ser la siguiente Saramago. ¡Feliz cumpleaños Gabo!)


Volviendo a lo nuestro, el asunto es que por supuesto, el médico no debería entrar en escena. Pues
el mal de amores es una enfermedad subjetiva, sólo la percibe quien la siente y quizás la madre o algún amigo muy querido, que no abundan. Por lo tanto, si un empleado tiene mal de amores, debería tener el derecho de prescindir de una garantía. Uno mismo debería poder decir: “Es que tengo mal de amores, carajo”. Y deberíamos ser tratados con respeto por nuestro jefe. Mujeres y hombres deberíamos empezar a proteger nuestros sentimientos y nuestra preciosa humanidad. No puede ser que seamos tan crueles con nosotros mismos.


De a poco instauraremos, todos juntos, un
Día oficial del Mal de Amores. Cuando lo logremos estaremos más relajados con nosotros mismos, seremos más buenos y más felices. ATENCION: si tú, estimado lector o lectora, no estás pasando por un mal de amores, no nos desprecies. No nos retires tu apoyo. Piénsatelo dos veces. Piensa que el día de mañana tú también te puedes contagiar. Nadie sabe lo que le depara el futuro. El Mal de Amores es una enfermedad sigilosa, que ataca a todo el mundo por igual, a destiempos y de forma imprevisible.











Síntomas del mal de amores

1. Aparecen conductas obsesivo compulsivas. Entrar en el msn a las cuatro de la mañana es típico de un enfermo de mal de amores. También lo es revisar cajones mientras todos duermen o ponerse a mirar la lluvia durante horas. Escuchar la misma canción un día entero, es decir, ponerla en loop y regodarse en su dolor. Prender dos cigarrillos a la vez también es un síntoma propio de este mal.



2. Alucinaciones. El aquejado comienza a ver al ser amado en todos los rincones. Lo ve como quien ve fantasmas y sueña con apariciones. Aquél pelado que va caminando por ahí tiene la espalda parecida al la de él/ ella. Aquella regordeta de la esquina es igualita a su hermana. Ese can que viene por ahí... ¿qué pensaría él de ese perro? Seguramente diría que es horrendo, pues no le gustan los perros.



3. Delirios. El enfermo fantasea todo el tiempo con operarse la cara o adelgazar quince quilos, para llamar la atención de Él o Ella. Mientras tiene estas visiones su mirada adquiere un brillo febril.


4. Delirios o.1. El infeliz delirante imagina que se le muere un ser querido, para que Él o Ella lo tenga que llamar por teléfono.



5. Persecución. El pobre desgraciado contrata a un hacker para conseguir la contraseña de su correo.



6. Transformación de la realidad. El pobre que sufre mal de amores le perdona absolutamente todo a su amado, lo defiende con uñas y dientes. Le sigue queriendo, admirando y cuidando aunque él o ella lo rechace o hasta incluso lo desprecie.


6. Transformación de la realidad II. El convaleciente interpreta situaciones y comentarios de forma desviada. Siente que la persona amada le está dando pie cuando la realidad es que sólo intenta deshacerse de ella lo más rápido y delicadamente posible.



Estos son sólo algunos de los síntomas de esta grave enfermedad. El mal de amores afecta a humanos de todo tipo, clase y edad. No hay investigaciones acerca de esta epidemia en animales. Ataca igual a hombres y mujeres, niños y niñas. Sus achaques puede durar varios años. No existen pastillas, vacunas ni antibióticos para paliar el dolor. Algunas drogas ilegales pueden distraer la agonía, pero el engendro llegará tarde o temprano para pincharnos con su puntiaguda guadaña.

viernes, 2 de marzo de 2007

Cómo ayudar a un amigo que tiene pena de amor

La pura realidad es que no hay nada que hacer. Uno lo ve triste, meditabundo, en algunos casos flaco y ojeroso. Repitiendo una y mil veces la misma historia, de atrás para adelante, de adelante para atrás. Nuestro amigo nos da los detalles de la situación, nos vuelve a repetir los detalles por si acaso, los da vuelta, los analiza y nos vuelve a dar los detalles, esta vez con más color.


Nosotros, los de afuera, sabemos probablemente que la situación está perdida y con lástima vemos cómo nuestro amigo sufre y no puede tolerar su realidad. ¿Qué hacer? ¿Se puede hacer algo?


La verdad es que lo único que se puede hacer es acompañarlo. No vale la pena dar consejos, porque estos serán inútiles, rebotarán en la nada, será como echar un vaso de agua al vacío. Quienes atraviesan una pena de amor nunca hacen caso de los consejos. Están sufriendo, están angustiados, están desesperados. Y los consejos son para gente racional, sirven en situaciones donde reina la lógica, negocios o trabajo, por ejemplo.

Cuando uno ve que un amigo está sufriendo de un mal de amores, lo único que se puede hacer es servirle de oreja, estar ahí. Estar con él, solo eso, nada más (¡y nada menos!). Ni siquiera es necesario intentar que salga y se distraiga. Distraer sólo sirve para eso, para distraer. Al aquejado no hay que distraerlo ni apurarlo.

El mal de amores es un gran duelo que lleva tiempo sanar. Un amigo de verdad no apura a su pobre amigo. Lo espera, le tiene paciencia. Simplemente está ahí, sentado, a la espera de que pronto, con la ayuda del tiempo, la tormenta por fin pase.

jueves, 1 de marzo de 2007

¿Morir de amor?

Según la sabiduría popular nadie se muere de amor. Yo solo conozco a una persona que se murió de ese mal y fue La niña de Guatemala, la que se murió de amor. El poema de José Martí es de los más lindos y de los más morbosos también. (Allí, en la bóveda helada/La pusieron en dos bancos/Besé su mano afilada/ Besé sus zapatos blancos)


Sin embargo, no es tan claro que la gente no muera de amor. El problema es que jamás un médico que se precie, va a diagnosticar un mal de amores crónico y fatal.


Pero hay estudios que indican que un mal de amores mal llevado, mal vivido y mal tratado puede derivar en una severa depresión.


Se sabe que el mal de amores deja a la persona muy desorientada emocionalmente. El aquejado vive sensaciones similiares a la que sufren los abstemios en los primeros días de cura. Porque el amor erótico, cuando se encuentra en su punto más alto, provoca en las personas una alta secreción de endorfinas, la hormona de placer. Si te quitan esa hormona de forma abrupta, quedás hecho un trapo.


Nadie le presta atención al mal de amores. El que lo sufre anda como un desgraciado caminando por las calles, distraído, desganado. A lo sumo, los enfermos de amor consultan algún psicólogo que le recetará las pastillas de rigor. En general esas pastillas son anestesiantes, embotan a la persona, le hace arrastrar la lengua y el panorama se vuelve aún más desesperante.


Los antidepresivos quitan la tristeza, pero también la alegría genuina. Quienes toman antidepresivos saben que no se las tendrán que ver con los agujeros negros de melancolía, pero también saben que no podrán alcanzar los picos de placer que regala el sexo.


El camino más corto y a la vez más largo para superar una pena son las drogas, que le hacen a uno olvidar la mezquindad y crudeza de la realidad que le rodea.


Curar una pena de amor como Dios manda, sin drogas y sin pastillas es una tarea difícil, ingrata y solitaria.

Mi resaca de hoy de mañana

"I´m just too much". Bette Davis.

Hoy me desperté con ardor en el estómago y dolor de cabeza. Es lo que tiene tomar mucho alcohol la noche anterior. Una queda hecha mierda y no hay vuelta para atrás. Pero el malestar físico no fue lo peor. Lo peor fue cuando me acordé de lo que había pasado. No tanto lo que había tomado, (perdí la cuenta), sino lo que había pasado.


Y mientras escribo vuelvo a sentir el mismo vacío que sentí esta mañana. Todavía tengo la sonrisa de él en mi cabeza, el tipo estaba que se partía. Hacía mucho, mucho tiempo que un hombre no me gustaba tanto. Tiene el tipo que me gusta, morocho, con ojos grandes y una sonrisa que es para matarse, una sonrisa que me hace derretir por dentro.



Bueno, a los hechos. Estábamos en el auto, yo estaba en el asiento del acompañante con dos vasitos en la mano. El tipo me pasó a buscar a eso de las doce. Yo me había preparado toda, me había pintado en el baño durante 45 minutos (con delineador líquido, que da trabajo), me había puesto mi bucito favorito. Es un bucito medio celeste que me hace sentir muy canchera. Tiene un dibujo de una flor en el medio y la flor tiene lentejuelas y canutillos. Bueno, a los hechos. Me pasó a buscar. No sólo me había preparado sino que también preparé dos vasitos y una botella de limoncello. I´m just too much.



La cuestión es que llegué con los canutillos, los vasitos y el limoncello y el tipo empezó a manejar. Nos fuimos a la rambla y estacionamos en uno de los muelles. Se venía venir uno de los momentos más románticos y trascendentes de mi vida. Estacionamos, me abrazó. Le dí de tomar un vaso con limoncello. Empezamos a hablar.




Pero poco porque a él le interesaba más bien apretar. No es que a mi no. Seguimos hablando-apretando. Hasta que se puso a hablar. Que la cosa no daba para más. Que yo era una "re- divina", que era "hermosa", que pasaba lindos momentos conmigo. Pero que se iba para Buenos Aires y que no creía que me fuera a extrañar. Yo, inmutable. Me hice la que poco me importaba, ¿qué otra cosa querés que haga? Lo peor, lo peor era que mientras hablaba, me miraba la flor con lentejuelas. No, no me miraba las tetas. Me miraba la flor con los canutillos. El bucito con el que yo me siento tan canchera me empezó a parecer el más ridículo.



Esta mañana fue una de las peores que pasé en mucho tiempo. El ardor en el estómago, el recuerdo de su sonrisa, el gusto amargo de sus palabras. Las ganas de vomitar. Saber que me tenía que levantar y encarar un día de trabajo con ardor en el estómago y la sensación de sentirme burlada.